17 de mayo de 2013

Mi color visto por una persona negra


Una reunión con tres personas. Una persona de Irlanda del Norte, rubia de ojos claros, que se entiende a sí misma como mujer cisgénero heterosexual blanca, y que también es leída como tal, y que además insiste en definirse como protestante. Otra persona de piel oscura, ojos negros, nacida en Surinam pero residente en Holanda, que se entiende a sí misma como mujer cisgénero heterosexual negra afroamericana e inmigrante. La tercera persona soy yo. 

En la reunión hablamos de racismo. La persona con identidad negra, inicia la conversación. Habla del racismo como una ideología que conlleva un sistema de opresión que subyuga a
les negres frente a les blanques. En sus comentarios, está clarísimo que me identifica como persona blanca. Y por tanto como une de les opresores. Metide en la misma caja que la otra persona en la sala, una de esas personas que están en la cima de la jerarquía racista. La mujer habla largo y se explica. Tiene argumentos convincentes y sin duda un conocimiento de la opresión del racismo negro tanto en primera persona como de forma teórica. Trabaja de hecho analizando el racismo para la ONU.

Durante la conversación titubeo. No sé cómo reaccionar. Sé que sin duda, en esa situación, se me lee como persona blanca. Sé que sin duda soy une de les opresores de las personas que son leídas como negras. Pero también sé que sin duda, yo también vivo experiencias de racismo en las que no soy ele opresore, sino ele oprimide. En esta sala estamos hablando de racismo y punto. O eso es lo que se ve. Pero en realidad de lo que estamos hablando es de racismo negro, el más potente y opresor de todos los racismos, no de racismo en general, y por tanto tampoco de racismo marrón. De hecho, la prueba de fuego es que al sacarlo a la luz, el racismo marrón es negado. 

Como persona que es leída como blanca por una persona con identidad negra, me resulta muy difícil explicar mi propia experiencia de opresión por racismo. No quiero que de ningún modo mi explicación sirva para negar mi posición privilegiada, ni tampoco para negar la experiencia de alguien que justa y apropiadamente me percibe como opresore. Al mismo tiempo no quiero ser metide en la misma caja que la otra persona presente en la habitación y que es una de las que me oprime a mí, sin mencionarlo. Especialmente cuando sé que esta conversación tiene lugar con una persona especialista en analizar racismo.

Por eso me decido a explicar mi experiencia y lo que yo entiendo como racismo marrón y la reacción que recibo es de lo más interesante. Por un lado, la persona blanca rápidamente está de acuerdo con que no soy igual de blanque que ella. De hecho, con sus comentarios lo confirma y establece su posición en la jerarquía racista. No tiene interés real en discutir racismo, como privilegiada y opresora que es siempre, y en cuanto el tiempo asignado para la charla se acaba, desaparece con rapidez y con claro alivio. Por otro lado, la persona negra reacciona de un modo completamente diferente. Quiere dialogar pero niega que mi experiencia pueda ser racismo y le atribuye un nombre diferente: xenofobia. Niega que pueda haber un componente biológico, o lo que ella entiende como racial. Para ella es cierto, mis rasgos biológicos son leídos como menos blanques, pero no es eso lo que motiva mi opresión, sino mi nacionalidad. 

Me voy de esta conversación con la misma sensación que tengo a menudo. La opresión de las personas en grados entendidos como intermedios de las jerarquías opresoras, ya sean racistas, sexistas, cisexistas, heterosexistas o lo que sea, conllevan una invisibilización que no solo es ejercida por la parte dominante, la situada en lo alto de la jerarquía, sino también por la parte subyugada, la que se entiende como permanentemente oprimida. Al negar mi opresión como persona marrón, una persona con identidad negra está ejerciendo opresión y con ello está cambiando, o al menos haciendo más complejo, el orden en el que dicha jerarquía de opresión tiene lugar. 


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13 de mayo de 2013

Catolifobia

Catolifobia. Este término, que acabo de acuñar a falta de conocer que exista otro que se utilice en este contexto, es para mí comparable a cualquier otro tipo de opresión basado en religión. Si bien, el catolicismo como rama perteneciente al cristianismo, la religión más agresiva y dominante del planeta, cuenta con una serie de privilegios de los que carecen otras religiones, al mismo tiempo lleva asociado en algunos contextos un tipo de opresión que es similar a la opresión que se sufre por ser leíde como miembre de una determinada religión que no es la mayoritaria, o que no es la cristiana. Así pues, funciona igual que la islamofobia, el antisemitismo (aquí me centro en la parte religiosa únicamente), la hindufobia, etc. en cuanto a que a las personas contra las que va dirigido, sean o no creyentes, sean o no practicantes, se les atribuye la pertenencia a esa religión y un determinado comportamiento que se deriva de ella. Igual que una persona atea procedente de un país mayoritariamente musulmán es objeto de la islamofobia, aunque se haya pasado toda su vida combatiendo el islam, del mismo modo una persona atea procedente de un país católico es objeto de la catolifobia, aunque en su vida haya pisado una iglesia, haya sido bautizada o haya recibido enseñanza en el catecismo. 

En las religiones mayoritarias se nace, y sus elementos están imbuidos en las dinámicas socioculturales que rodean a cada persona nacida en esa religión. Aunque se sea atee, la religión en la que oficial, cultural y socialmente naces pasa a ser un factor de tu bagaje cultural y de la forma en la que te lee el resto del mundo. Aunque se sea creyente y practicante de una religión minoritaria, la religión mayoritaria del lugar en el que naces se leerá en ti y para evitarlo tendrás que enmarcarte en la simbología reconocida de esa religión minoritaria. Por ejemplo, una cruz colgada del cuello si vives en Dubai o una kipá cubriendo tu nuca si vives en Londres.

Si naces en una buena parte del sur de Europa o en Latinoamérica, independientemente de tu relación con el catolicismo, este forma parte de la identidad con la que eres leíde. Especialmente cuando vives en una sociedad en la que el protestantismo es la religión mayoritaria. Une atee mexicane lo quiera o no, tiene que enfrentarse al hecho de ser viste como católique en Escandinavia.

Por otra parte, si volvemos al concepto del racismo marrón, en el que las personas consideradas como más blancas equivalen a las personas cuyo lugar de nacimiento se correponde con uno en el que la religión mayoritaria es cristiana pero no católica, sino protestante o anglicana, es decir, de alguna rama del cristianismo surgida en reacción al catolicismo y escindida de este, vemos que el factor religioso juega un papel importante en la opresión que se sufre como persona no blanca. O bien sea por antisemitismo, por islamofobia, por hindufobia, por budisfobia o por catolifobia, la supuesta religión de les marrones y negres es otro elemento importante que justifica una posición inferior en la jerarquía racista. El cristianismo, religión de la "raza" dominante, es por tanto también la religión superior. E incluso en este sistema que siempre valora el cristianismo como la religión más alta, una persona no protestante siempre será inferior a una protestante. El catolicismo se convierte así en este imaginario protestante en una religión más anticuada, fanática, llena de absurdos rituales, con un mayor poder sobre las poblaciones en las que domina que la "verdadera religión cristiana". Y todes les entendides como católiques se convierten por tanto en personas fanáticas, con soluciones primitivas, con creencias absurdas y rituales innecesarios.

El cielo protestante y el cielo católico según los Simpsons. No es difícil averiguar cuál es cuál.
La catolifobia se expresa así en conjunto con el racismo marrón y negro. Y se manifiesta en una opresión simbólica y no simbólica que en ocasiones puede tener consecuencias nefastas. Como cuando se niega tratamiento médico a una persona (véase esta entrada antigua en la que cuento una experiencia personal), se juzga con penas mayores a una persona por ser entendida como miembre incapaz de pensar fuera de la religión de su sociedad de origen, etc.

Como persona inmigrante en una sociedad protestante como la danesa, el hecho de haber nacido en España, hace que mi pertenencia a esa religión que llevo toda la vida rechazando como atee militante no solo no se cuestione sino que necesariamente me caracteriza. Se convierte así pues en otra forma de opresión que en combinación con la xenofobia y el racismo marrón me definen como perker, como elemento no deseado e incapaz de formar parte de esta sociedad en el presente, o de ser completamente integrado en algún momento futuro.


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8 de mayo de 2013

Racismo marrón

Quiero utilizar este blog para difundir un concepto que me parece que necesita más espacio en la literatura sobre grupos minorizados y oprimidos. Me refiero al racismo marrón, o más bien racismo antimarrón, es decir, el racismo que se dirige hacia las personas entendidas como marrones. Este concepto, de hecho, es la base que me ha impulsado a crear este blog, es su corazón. Pero ¿qué es? 

El racismo, como ya sabréis, es una ideología que sitúa a las personas de piel entendida como blanca en lo alto de una jerarquía que justifica la opresión de todas aquellas otras personas cuya piel no se entiende como blanca. Así, cuanto más blanca sea leída una persona, más alto estará en la jerarquía. Los ojos claros, el pelo rubio, la piel pálida son elementos que se consideran más blancos. Por el contrario, cuanto más negra sea leída una persona, más baja será su posición en esa jerarquía. Los ojos marrones o negros, el pelo moreno o negro, la piel oscura son elementos que se consideran no blancos. 

El racismo por tanto es un sistema gradual que afecta especialmente y en su forma más visible a las personas que son leídas como poseedoras de los rasgos que se entienden como menos blancos, y que en un pensamiento binario de opuestos han resultado ser los rasgos leídos como negros y africanos. Por ello, el cabello liso es más apreciado que el rizado. La piel que enrojece bajo el sol en lugar de ponerse morena es más apreciada. 

El racismo que sitúa a les entendides como blanques en lo alto, como consecuencia también diferencia rasgos que no se consideran pertenecientes a las personas de lo alto de la jerarquía, aunque estos rasgos no sean entendidos como negros. Por tanto, los ojos entendidos como redondos son más apreciados que los entendidos como rasgados. Las narices vistas como afiladas y con tabique nasal no prominente y, preferentemente, apuntando hacia arriba, son más apreciadas que las que se ven como anchas, con tabiques prominentes, o con curvatura hacia abajo.

Esta lista podría seguir durante páginas y páginas comparando una enorme cantidad de características humanas. Prefiero detenerme aquí, ya que imagino que se entiende que intento explicar que todas las características son valoradas en una jerarquía que tiene a las personas entendidas como blancas y del norte de Europa como superiores.

En general, aunque el concepto de racismo se comprende así, en la práctica se utiliza como el rechazo "blanco" a les "negres", "asiátiques", "indies", "indígenas", "amerindies" y demás. Es decir, como racismo negro, racismo asiático, racismo amerindio, etc. Que en realidad por supuesto lo que es, es racismo antinegro, antiasiático, antiamerindio, etc. 

Además de esto, por supuesto, la sociedad en general también sabe de la existencia de los racismos dirigidos hacia esos grupos que abundan entre les blanquees y que son considerados como pertenecientes a razas diferentes, como las persona de etnia gitana o les judíes. Estos racismos, como digo, se basan también en la creencia de razas diferentes, que aunque no se sepan distinguir con seguridad, se entienden como biológicas y por tanto algo muy diferente al tipo de opresión que se sufre por motivos de xenofobia o de fobia por la pertenencia a una religión concreta. 

A mí me parece que el uso común del término racismo como explico aquí arriba conlleva una invisibilización de esa jerarquía gradual que valora distintos elementos entendidos como biológicos y raciales. Esa jerarquía hace que personas que no están en su cima también sufran racismo, aunque en principio no sean entendidas como pertenecientes a otras razas que aquella que es considerada la superior, es decir, la blanca.

Y con esto llego al racismo marrón, es decir, el dirigido a personas consideradas como marrones. Es decir, personas que no son entendidas como negras y por tanto no son objeto del racismo entendido tradicionalmente, pero que son objeto del mismo tipo de opresión que se basa en características físicas y biológicas que son entendidas como raciales. Características consideradas per se como no blancas y por tanto como inferiores.

Sin duda, las personas marrones también están posicionadas formando una jerarquía dentro de esta ideología. Cuanto más elementos posee una persona que son vistos como no blancos, y cuanto más visibles son estos, más marrón es la persona. Y por tanto más fácilmente sufrirá el racismo marrón en su versión más clara, que es, por supuesto, la que misma que la del racismo negro. Evidentemente porque estas personas más marrones son entendidas como más cercanas a ser negras. Así por ejemplo una persona de Sri Lanka con la piel oscura, el cabello negro y los ojos marrones tiene para esta ideología un grado de pardura tal que la hace visible de forma constante como objeto de la opresión racista. Las personas no consideradas como pertenecientes a la raza blanca pero que no son tampoco consideradas como pertenecientes a la raza negra, son el exponente más visible de este racismo marrón. 

Pero eso no significa que las personas marrones que no son tan visibles no sufran el mismo tipo de opresión racista. Incluso dentro de la supuesta raza blanca de la división tradicional en razas hecha por este sistema ideológico se encuentra este racismo marrón. Y así en un extremo tenemos a les europees y sus descendientes en los demás continentes que tienen el pelo rubio, los ojos claros y la tez pálida-rojiza como les máximes exponentes de blancura. Son les verdaderamente blanquees. Y con ello en el resto del abanico tenemos a todes les demás europees y sus descendientes, eses de pelo, ojos y tez no tan claros, situades en una posición inferior, de semiblanques, o lo que es lo mismo, de marrones. Y por tanto, objeto del racismo que se dirige a las personas marrones.

El racismo marrón, cuando no es idéntico el racismo negro, se expresa de formas diferentes. La más clara es su negación. Poques son les que hoy niegan la existencia del racismo negro, aunque no lo quieran reconocer en sí o en su entorno. Sin embargo, negar el racismo dirigido a personas vistas como marrones pero que en teoría pertenecen a la superior raza blanca es una constante. Para ejemplo solo hay que leer esta entrada en la que cuento una experiencia personal. Consecuencia de esta negación es la falta de protección que les individues considerades como "blanquees pero marrones" tienen ante la opresión que sufren. Ni legalmente, ni políticamente, ni socialmente hay una conciencia de las dificultades que afrontamos. Tampoco a nivel personal muches individues marrones son capaces de señalar el motivo de su marginación, de su aislamiento, de su discriminación, creyendo con frecuencia que las experiencias que tienen son fruto de la casualidad, de su propio comportamiento individual, de la actitud incomprensible de la persona en concreto que les oprime, fallando así en reconocer el carácter estructural de esas vivencias y por ello siendo incapaces de reaccionar, organizarse, combatir la opresión. 

A menudo la negación del racismo marrón es camuflada en su sustitución por otros tipos de opresión como la xenofobia, la islamofobia, el clasismo, etc., desviando con ello el foco de atención de su carácter puramente racial biologicista. Cierto es que muchas personas que son objeto del racismo marrón también sufren xenofobia al ser procedentes de otras naciones o descendientes de antigües inmigrantes. Del mismo modo muchas personas marrones son objeto de islamofobia, antisemitismo (ahora centrándome en el factor religioso), hindufobia, catolifobia o cualquier otra fobia dirigida a cualquier religión que no sea el cristianismo protestante que es la que reina entre les "verdaderamente blanquees". No cabe duda de que el clasismo afecta a las personas marrones de forma especial, ya que el propio racismo marrón crea estructuras que conllevan una tendencia a tener un menor poder adquisitivo que el de las personas no marrones. Cierto es que las personas leídas como mujeres marrones sufren la opresión sexista. Y un largo etcétera. Pero esto no muestra más que el carácter interseccional que las opresiones poseen, y no dice nada de la falta de existencia de un racismo dirigido en particular a personas cuya biología es leída como marrón.

Por otra parte, muchas personas marrones tienen una tendencia a negar su propia opresión (como explico en esta entrada). Para ello a menudo también usan como explicación el haber comprobado su atracción sexual para algunas de las personas "verdaderamente blancas", siguiendo la lógica del "si quiere follar conmigo no es racista". En estos casos lo que yo veo es una falta de reconocimiento del poder erotizante que tiene el racismo y la exotificación. Tener estatus de persona blanca y desear cuerpos marrones o negros no elimina per se el racismo. Al contrario, una persona que se entiende como blanca y que dice desear solo o más los cuerpos negros y marrones lo que está haciendo es reforzar esas estructuras racistas a través de una cosificación de esos cuerpos. Y no olvidemos que dicho comportamiento se inscribe en una larga tradición imperialista blanca de colonización y sometimiento de cuerpos no blancos.

El racismo marrón cuando es dirigido a una persona que en principio es considerada como "blanca", tiene al mismo tiempo el doble filo de también situar a esa persona en una posición más alta de la jerarquía racista. Por ello, otras personas posicionadas en niveles inferiores de esta ideología, con seguridad viven a la persona marrón como opresora, porque sin duda también lo es. En un grupo de gente leída como negra, la persona marrón supuestamente blanca sigue siendo blanca. En un grupo de gente más marrón, la persona menos marrón sigue siendo blanca. Esto conlleva una doble falta de reconocimiento del racismo marrón. Por una parte, las personas que se entienden como blancas aunque son objeto del racismo marrón creen no tener nada en común con la opresión que viven otras personas "que sí que son marrones y negras", porque no son entendidas como blancas en esa división tradicional de razas. Por la otra parte, las personas que no tienen el privilegio de pasar por blancas no ven en esas personas menos marrones pero todavía marrones posibles aliades con les que combatir el racismo que les afecta a todes.

Por tanto, creo que el primer paso para luchar contra el racismo, sea cual sea, es identificarlo y no negarlo. Visibilizar las estructuras que lo refuerzan. Tomar conciencia de la pertenencia a un grupo oprimido y de la opresión que nosotres mismes ejercemos sobre otres. Y para ello mostrar una imagen compleja del racismo como ideología en la que hay una jerarquía gradual que afecta también a grupos que en la imaginación colectiva se ven como inmunes y/o solo como opresores


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3 de mayo de 2013

Imperialismo danés de Kopenhagen Fur



Esta imagen recibe a muches de les pasajeres que llegan al aeropuerto de Copenhague. Se trata de un anuncio de la mayor compañía danesa de producción de objetos de piel de lujo, que desde hace un tipo se promueve como la gran vencedora danesa en el mercado chino. Se llama Kopenhagen Fur y aquí despierta muchas pasiones negativas y pierde mercado de forma constante. En Dinamarca cada vez son menos les que se dejan engañar con sus anuncios. Los grupos activistas han mostrado repetidamente las terribles condiciones en las que viven esos animales cuyas pieles acaban siendo objetos de decoración para mostrar el estatus socioeconómico de les más riques. La sociedad está cambiando y cada vez es menos frecuente ver a gente con abrigos de piel por la calle. Por eso, la compañía necesita promoverse de otro modo. Y ahora lo está haciendo a base de mostrar la importancia económica que tiene en el mercado más codiciado por las empresas escandinavas en estos momentos: China. Es decir, apelando a los sentimientos nacionalistas e imperialistas de les daneses.

Sin duda, esta imagen y toda la campaña, se inscribe en esa tónica. Yo, cada vez que me cruzo con ella, no puedo dejar de reaccionar. La simbología está tan clara que hasta une burguese debe sentir incomodidad ante semejante despliegue. Una mujer rubia de ojos azules, de gran tamaño y con enorme seguridad, vamos, una danesa "de las de verdad", "protege" con su brazo, al mismo tiempo que sujeta e inmoviliza, a una mujer de rasgos reconocibles como chinos en este país, una mujer de menor tamaño y aspecto más inseguro. Dinamarca y China. Una persona blanca y una persona no blanca. Al mismo tiempo, el cuerpo visible es el de la mujer china. Nada sorprendente si recordamos la constante sexualización a la que son sometidos los cuerpos asiáticos femeninos por la imaginación del hombre blanco. Una mujer danesa activa, con pose dominante. Una mujer china pasiva, con el brazo colgando y la mirada perdida. Sometida. Todo apoyado por el texto. Es Dinamarca la que invade China. Aunque el anuncio lo estés viendo en Copenhague.

Por supuesto, nada mejor cabe esperar de una compañía que se gana la vida matando. Pero, lo terrible es que anuncios como este muestran el clima de falta de reflexión de este país, y de aceptación de discursos racistas, xenófobos, imperialistas, orientalizantes.


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